Ideas dispersas de la luz
Soy permeable a tu decir. Inquieto a las insinuaciones de tu boca. El suelo mueve mi cabeza renegada, abre comillas en la paleta del verdor que lo ve brillar. Rechazas el templo para marcar las urgencias cuando la gente grita por la verdad. Sin un paso en falso, sin ropaje en la nevada del alba, así te salgo a buscar por los peñascos envueltos en laureles de mi gente, que gime su dolor encogida entre sus pechos y los obliga a cantarle a la madera.
Los tirones que se me avecinan por detrás son como un abrazo, una palmada altruista para que mis piernas no decaigan sin antes incursionar en las voces del infinito.
Hacia el color del agua, hacia la sustancia que me refleja y que no soy yo. Parto para el norte de la luz, que limpia el devenir y me muestra los escollos de la polución.
Luz de hábitat cuelga la represalia en cruces de porcelana, y yo disimulo el contraste de mis pies con lo que piso para no esconder la luz en mi oscuridad.
La tierra es un desmadre. El piano perfora los árboles. Las gaviotas ejecutan vuelos verticales, sienten las vibraciones de la inminencia. Las crías se violentan por el ocaso. Grutas que pintaban el cielo bajo ahora dejaron el derrame por sequedad. Un caos es palpable. El vuelco del macrouniverso es manifiesto.
Nadie cuenta las horas en la inundación del tiempo.
Condensada es la transición a la anormalidad cuando lo claro resuena abstracto. La aguja marcó el preludio de la melodía.
Parado y concentrado tardo en percatarme de que todo se desvanecía por inercia. Mis manos congeladas en el shock de lo descrito se volvían rígidas, entumecidas, distantes en el panorama que me ofrecía ver. Luego del caos arrasó el frío dictándoles a los cuerpos inertes sus próximos movimientos. Caían bloques de hielo por ríos sucios y contaminados, donde el retrato sería perenne. Los embalses se convertían en puentes, el polvo en llovizna, los cerros en curvaturas inhabitables.
Tanto pensar las sienes me lastiman, el boceto atascado en la cabeza no reproduce intenciones de reaccionar. Solo veo ángeles que me invitan desde lo alto a flotar en la ascensión al viejo mundo. ¿Es aquella luz que tanto atrapó mis sentidos? ¿Es la liberación del peso que aquellos tan cansados cargan, la que me trasladó a una fría distopía? En mi diferenciación –y desacuerdo- respecto a la multitud enquistada y uniforme, me vi reducido a la presión interna de chocar con lo que se me sobreponía, confiando de que a algún lado –indefectiblemente- me debía llevar.
Petrificados quedaron mis pies, abandonados fueron los logros de la tempestad cuando pesé mi asombro en la balanza. El colapso que me aprisionaba eyectó la materia, el apagón de mis ojos me acercó al lugar donde todo está y nada muere. Y al difuminar mi figura los pensamientos se apaciguan. Esto no es incandescencia.
Aurora crepitante, destello de los frutos del despertar. Soy una letra escrita en el aire, que sube y escala con el soplo del viento. Dejas la visión borrosa en los manuscritos de la historia para que nosotros indaguemos en la prisa de los que arrastran sus hombros para adorar al mártir.
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