Habla estando allí
Volvemos al ruedo donde la tinta se desplaza en libertad.
Se inclina sobre los laterales dejando sombras de existencia, luce llena de vida en el campo de lo húmedo, arrastra la palabra, la acomoda sobre la línea inicial.
Bordes azules amalgamados con rectas que dibujan su arte y lo capitalizan con puntos, comas y espacios que en sus vacíos escriben su parte.
La fragancia de una gota de tinta se impregna en las esquinas de una hoja exponiendo así, las direcciones que toma la escritura. En su funcionalidad los sentidos se enriquecen, aunque el mayor beneficiario sea el receptor intelectual.
Cuando se llena la hoja el factor espacial es una cortina blanca de silencio puro, la perfecta caída de sis telas sobre el horizonte interminable que sostiene la palabra.
Viven en un marco geométrico siendo parte de una idea. Ocupan el asiento asignado para ser funcionales al mismo. En el orden de su naturaleza recae la claridad, son piezas de cristal en el tablero aguardando la jugada que las solicite para la vicotoria. No se amontonan para el énfasis ni cargan la huella estilográfica en favor de una acentuación. Es el tácito y tan desentendido significado lo que las convierte en poder, estrado reservado para quienes hablan con sólo estar presentes.
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