La palabra

 


La palabra genera dos mundos: uno por la palabra dicha y otro por la que no se dijo.

 Una expresión se desdobla entre la existencia de lo que está y la existencia de la inexistencia.

 Se expulsa el mensaje y el receptor atrapa palabras y silencios, contenidos y vacíos.

 Cuando asimilamos la sincronización de opuestos coexistentes entendemos que las cosas son más de lo que vemos o escuchamos. Percibimos una parte en la superficie pero entendemos su figura completa al excavar la superficie.

 No todo está al alcance de los sentidos.

 Esto me invita a postular lo siguiente: conocer la completitud de las cosas significa algunas veces desprendernos de las primacías sensitivas y activar la reflexión.

 

 El drama está en que el emisor esté esclavo de la aclaración y sometido a la incomodidad de los vacíos.
 Si la palabra no muestra libertad entonces ningún comunicador podrá convencerse de su mensaje, y en lugar de ser la suma de la palabra y los espacios será la mancha mortificante del vacío en la palabra.




 Hay una idea en la mente del hombre.

 En la gesta incomunicada o en el lenguaje universal, gira para conectarse con su difusión o con la traducción al plano natural.

 La ganancia está en que la conexión entre la idea y la comprensión interna sea tan clara como la conexión entre la idea y la palabra, en el afán de comunicarla.

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