Otilia
Sostén mi mano fuerte, transmiteme el último calorcito que emana de tu corazón. Entrelacemos las manos hasta que las luces se apaguen; en un hálito coordinado soltemos la vida que nos ilumina, saciemos la sed persistente de las contingencias que se enquistaron en las ruedas de la carreta y dame de un ápice de tus alas para acompañarte en tu aventura eterna.
Somos un vínculo fundado en terrenos aromatizantes, la completitud de las edades, eclispe inusitado donde incrustas tu sonrisa esplendorosa en mi oscuridad. Somos y seremos, porque hoy siento tu calor más que nunca, porque tu eternidad es la copa del árbol para mi alma diminuta y solitaria. Tu nombre es cofre abierto, pétalo solidario para con las hierbas verdes del abismo. Te llamo con un susurro, sin percatarme de que me estás observando, ahí, siempre ahí, en el sacrificio de dedicar tiempo para un legado, entre la originalidad del niño que atónito te mira y la potencialidad de su desarrollo. Te tengo dentro mío y recuerdo tu esencia. Aquella que llegó desde muy lejos y foránea de este suelo, abrazó mi hombro y me invitó a pasear por las veredas de un pueblo expectante. Una colorida conversación entre adulto y niño sobre profesiones y gustos personales. Esa sos vos. La que en medio de la miseria cayó en días festivos con un juguete que dibujó una sonrisa enorme en ese pequeño tímido. La que me enseñó a cocinar y me contó historias en los días de tormenta. Sos Alma de diamante, como alguna vez dijo el "flaco" Spinetta, vos sos eso. La sorpresa que contagia entusiasmo, la caminata pausada por la esquina, el consejo necesario irrumpiendo la incomprensión infantil para que decante con la germinación del tiempo. Sos sabiduría caída de tierras lejanas. La lágrima por vos es entendimiento de la humanidad que florece en seres que nos superan en tiempo vivido, y que se apega al inexperto. Tu esencia necesita hoy volver a su tierra. El viaje de regreso está en camino. Mientras que el sello de tu esencia es el acompañante de mi viaje, que aún no retorna a su terruño, pero que en algún punto de este tiempo llegará. Me alimento de tu perfume inmaculado, tesoro que se deshace en mi paladar vacuo. La frontera no separan los vínculos que se gestan en la fraternidad. Conectados por siempre, una melodía que suena y resuena en vibraciones torácicas. Mi latido es la propulsión que desencadena tu amor, mis letras son con tinta espesa que me da la emoción atravesada por tus mejillas. Tomame de la mano, como cuando cruzamos lentamente la esquina de casa hace años, llevala a tu pecho, y dejame sentir por última vez la música pura de tu infinito corazón. Las líneas remarcadas de tu rostro son el caudal rico que se ofreciste por todos nosotros, y por los que lleven la llama de tu humanidad. Dejame descansar por vos estos minutos, y pestañear gratitud cerca de esos ojos de miel, que me invitan a perseguir a las aves del patio, limpiarme el helado derramado en toda la cara y sentarme derecho en la silla de madera que sobrepasa mi estatura. Tus ojos curvilíneos seguirán el ritmo pulcro de la eternidad que sonríe vida en la trascendencia de tus pasos que desfilarán en mi corazón. (viví por siempre Abu. Mi amor te pertenece)
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