El eterno hálito de extinción
Soy un rayón entrecortado por los surcos del tiempo, que me avienta su soplo incansable, ecuánime, desdibujando lo que él mismo construyó.
Soy la articulación de un árbol ordinario, que en momentos iniciales favorece un bien mayor y luego queda colgando hacia el vacío por la insensatez infantil de un niño y sus juegos.
Soy el último tejado del techo, pasivo, inerte, un componente más en la protección de un proyecto familiar, recibiendo soles y lluvias, y que por momentos me toca dar caída a la frescura tempestiva de los cielos.
Soy un mundo edificado entre los lados de una copa de vidrio, completamente sometido a mis propias limitaciones, a las propiedades que restringen el alcance de mi mundo. Un interior desarrollado de manera delicada y compleja encapsulado por capas de fragilidad.
Soy el verso fiel de una ópera; la pisada que se acomoda en el borde de una montaña, clamor del precipicio; el muelle furioso en la contención de las olas embravecidas.
Soy el viejo nido de un pájaro recién nacido, a la deriva, donde el sol castiga mi cuerpo para deshacer lo que cumplió su función.
Soy la silla que hoy ocupo y la que mañana sostendrá mi ausencia. La pluma que se mueve a mi voluntad y que pronto descansará eternamente. Porque soy la pisada y huella, huracán y ruina, las letras imaginadas y la conmoción de las ideas. Un presente con pasado (aunque en la historia solo figure solamente un pasado).
Escribo mi espacio y mi sombra. En mi mano poseo la creación de mis posibilidades. Pero no hay control del tiempo posterior a las sombras. En definitiva, el ser en la posición de ser sumado a la incapacidad de proyectar cuando el ser deja de ser nos revela crudamente la prescindible temporalidad del ser.
Estar y no estar contempla una distancia tan ínfima como una brisa que acaricia el cuello sin percibirlo, en su propia expresión. Jamás se ha registrado a un ser con capacidades intelectuales tan altas como para construir sociedades complejas y asociaciones jerárquicas, y que su mayor refugio de vida sea el mismo que cualquier otra creación: una cuerda floja transversal al abismo. Nada nos une más que la fragilidad.
Soy inhalación y soy exhalación.
Soy lágrima triste por otros y soy gota final en mi mejilla.
El recuerdo vivo de unos pocos y el olvido natural de los que están sin mi.
Soy un momento. Soy finitud.
Soy riesgo constante de ser; pensamiento fugaz.
Soy la conciencia de lo que es ser.
Soy el instante de una conciencia vidente y soy la eterna ceguera que le espera al fin de mi ser.
Soy porque alguien quiso que sea, y dejar de ser es incapacidad inherente al ser.
Soy una mente en la nada que desata reflexión. Reflexión con más vida que el ser.
Soy la desmesura del silencio, arrastrando la palabra escrita, y la invención de una melodía disonante que impulsa el cierre de una obra.
Soy la descripción de lo que pienso y los pensamientos que no encuentran letras.
Soy un pequeño humo en el espacio. El desvanecimiento de un sello en la arena.
Soy una idea recubierta de vana materia. La frase de un renglón que se deshecha con el punto final.
Yo soy la fiel noción de que soy sin querer serlo, y que la única certeza del ser es dejar de ser en cualquier instante, por un estruendo anunciado y global, o por una brisa imperceptible e inesperada.
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