Cambian bajo tus pies



 

 Un sorbo insípido aislado del manjar que descansa en nuestra mente, es el ansia de una vida en nuestras manos mezclada con la agudeza de lo que hoy no podemos sostener.

 Persiste la ofensa confundida de la primavera, haciendo gala de la luz adherida a un lugar, el firme suelo que recubre la consistencia que no nos deja caer. Un extraño nos hospeda. A decir verdad, el extraño más extraño que nos interpela es la humanidad que atañe esta idea, esta letra sencilla, la naturaleza que carga con el pensar y el hacer tuyo y mío.

 En suma: la realidad atemporal la constituye el sostén material inicialmente extraño junto con los cuerpos racionales sostenidos por la extrañeza, quienes parten en una ignorancia de la naturaleza, es decir, se ven a sí mismos también como extraños, impropios, en tanto surgen de la ignorancia y su conciencia racional se fomenta desde la nada, hacia un conocimiento que percibe una materialidad que esconde su origen en la misma materialidad.

 No soy consciente de la frescura que se desprende de una pluma recargada. La fluidez espontánea supera peldaños por su propia esencia, incentivando la reflexión al comenzar la travesía, sin atender el cierre decorado que pueda lucirse en un tratado formal.

 La primavera es cortés con su destello. La ideas flotan en la interpretación de la individualidad y ellas mismas atestiguan el ansia, siempre presente en algún lado del alma, para abrirse o comprimirse a través de la luminosidad de los tiempos.

 


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