Somos fragilidad
El poder se adorna como ser imbatible. La espada del líder marcará el norte del progreso motivado por la perfección en un cuerpo que jamás tocará el estrado de plenitud.
La consumación de la virtud es el anhelo insaciable presente en el tiempo. Pero también hay un anhelo persistente amparado por la ilusión del progreso: otra mayor naturaleza.
De la misma forma que vejez no es madurez per se , el avance del tiempo no es avance, no es progreso. No lo determinan las magnitudes de las preocupaciones contemporáneas, sino el calibre de las pertenencias de la identidad.
Las piedras del camino y el resto de ellas son demostración suficiente que relevan la fragilidad humana. El estornudo de los cielos destruye de manera humillante los rugidos obstinados del Hombre. El zumbido de lo Supremo a nuestros oídos es estruendo letal.
Ante este contexto, creo encontrar los irrefutables vestigios del progreso, las claras marcas reveladoras de una naturaleza exigida en una búsqueda inherente a lo más puro del ser humano, y que camina tras de la perfección. Esta es: la conciencia shockeante y estremecedora de la fragilidad humana.
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