Espejo del abismo
Repetir la sed y el ansia. Amalgamar el peso de todo lo que fue, y es. Quién conciliará el sueño si el insomnio alimenta el deseo, y no la necesidad.
El escabroso terreno no entona el eco de la soledad. Es el pegajoso abismo, que se replica sorteando la claridad, dejándola atrás.
Claudican las estrellas; se suprime la visión y se multiplica la conciencia. En esa parálisis de la completitud la realidad más cruda es funcional a la corriente abismal. En su génesis converge todo rastro de abdicación, aunque la permanencia se justifique por la sinceridad de un espejo de agua, fiable, que convence, atractivo por ceder un diagnóstico que la propia auscultación no puede aportar.
Mientras la ciudad duerme el motor de la reflexividad colisiona con la confusión, con la anchura del abismo. Levita la conciencia en la ausencia de luz. No hay miedo a la permanencia si conseguimos la respuesta a los sucesos que se escabullen enfrente nuestro.
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