Las sombras de la soledad

 

Luz de una lampara que encandila

 La futilidad de los espíritus aturdidos, en la sociedad de sus mundos, componen plegarias al cielo como en el aullido del lobo, como en la orfandad del inocente niño a orillas de la envolvente oscuridad de la noche. Entre lágrimas, tutela la existencia de una llama, refugio silencioso, que en su silencio, abraza los dolores desatendidos de los infelices.

 La sumisión de los exiliados, de ánimo apocado, sinceridad contaminada y auto-subestimación enraizada, entre la soledad de sus decisiones y la proliferación de sus acusados, abren sus caminos con el sudor necesario del paso, con la intimidación innecesaria de los que observan su camino profiriendo maldición, hilvanando su propias celdas.

 La fugacidad de los modos, la conservación del contenido, han sido leyes inviolables ene el amparo de los incomprendidos, baluarte del raciocinio en amenaza de la futilidad de los comprendidos. Los primeros arrastran la raigambre de la humanidad ante el rechazo de sus sucesores, quienes descargan derrota con miradas de desinterés calificando de fracaso la superación de los triunfadores.

 La superación se convirtió en el resultado e una respiración consciente; la voluntad de esquivar atajos y escollos e ignorar la acusación de los transgresores de su propia ley. Pero la respiración la concedió la llama. Aquella se presentó como iluminación incandescente en la sombras de ser, en el misterio perpetuo de lo que le rodea. Ese fuego circunstancial, estorbo de los mimados, fortaleza de los desamparados, ha sido el abrazo vivificador de un espíritu desvencijado.

 Cuando conspira la soledad, el crujir de las ramas secas acompaña el silencio de nuestra mirada. Y la llama revela su comprensión en el calor de su abrazo, consolando las lágrimas del espíritu exiliado.

Comentarios

Otros Textos

Ya no conozco lo ridículo de no conocer [COLUMNA DE OPINIÓN*]

Una huella en el corazón

Camuflo las palabras