Decidir por ver, es morir
Nuestros ojos generan un punto de contacto visual, el "promedio" para un registro completo del otro. Ambos se unen, rechazan un objetivo que los separe y se fusionan en la creación de un resultado en común mucho mayor a otro que, individualmente, pudieran lograr. Ejemplificación biológica de lo que conocemos como equipo.
Y podemos tratar con la misma metodología, ahora, al sistema auditivo, y nos encontraremos nuevamente con la maravillosa idea de "la unión hace la fuerza".
Pero en los pastizales por los que nos movemos, ni siquiera los objetos desprenden observancias objetivas. Los refugios de paja terminan convirtiéndose en una montaña de pasto seco que alimenta a la fogata, y los aldeanos que nos hospedan, en realidad, son enemigos de nuestros amigos descargando en nosotros su venganza frustrada como injusticia al inocente.
La ficción camina creyéndose realidad, y en el afán de demostrarlo, asume como propias las herramientas de lo real. Aunque la caída más dura haya sido levantar la tiza invocando a lo complejo, cuando la escuela más pura se obtiene en nombre de lo simple.
Y allí nos encontramos, en un «tire y afloje» entre observar (por ejemplo) el mecanismo humano de observancia (el cual anida enseñanza), y ver lo que nuestros ojos ven como base indefectible de decisión. Es quedarnos con lo útil de descubrir cómo oímos, o con la inutilidad de decidir bajo el intrascendente qué oímos.
Nunca fue tan fácil ver la estrella en esta jungla. Nunca fue tan difícil mirar con la mente, y seguirla, en escape de las fieras.
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