La línea de los recuerdos vivos

la luz que aparece cuando aparece la eternidad


 Ha permanecido intacta desde el génesis del génesis. Se escabulle entre líneas temporales ignorando a millones de manos levantadas que ingenuamente son alzadas en coordenadas equivocadas. Muchos piensan que la han hallado, pero nunca han estado tan lejos de ella. Le acarician de espaldas, se codean, los une la mirada lejana que soslaya el precipicio entrambos. Es el banderín invisible pero no oculto, que acoge la razón de vivir con ella, descubriéndola por la irracionalidad externa del reconocimiento de nuestra finitud. 
 En su carácter extra-personal, anida la llama perdurable del brazo de su permanencia. Porque es mayor al sentido mismo de la trascendencia, es encontrar el regalo de vivir, la puerta de emergencia entre tantas salas materialistas. Todo concluye cuando aparece y trae sabiduría: la extensión de la conciencia de la vida no descansa en la corruptibilidad de la materia. Un concepto para los años restantes basta para considerar como basura aquello que todos consideraron "importante".
 Pastizales triviales vestidos como "modernidad" ahogan lo maravilloso del tránsito que significa respirar. Y si es transitorio, significa que hay un punto de llegada. Y, paradojicamente, ese punto parece contener vertientes, "atajos", imitaciones fraudulentas y réplicas engañosas que vuelven a vidas enteras en desperdicios de tiempo, o deberíamos decir, de un latir constante.
 Una bolsa de semillas atada a la cintura es la oportunidad del ser humano en la que puede llegar a ser trascendente. Pero cuando el ser humano encuentra la eternidad, se despoja de la etiqueta que lo inmortalice, y recorre la linea de recuerdos vivos, para situarse entre sencillas semillas, convirtiéndose en una de ellas. La composición del infinito refleja el límite de los recursos antropomorfos.

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