Con la mochila llena de tesoros, dispone de su tiempo al paseo de la tarde. No hay otra prioridad. De modo que lustra sus zapatos numero 43, se perfuma el traje, plancha las medias y realiza una minuciosa limpieza facial con una navaja. Está todo listo, sólo falta colgarse al hombro su pequeña mochila con rueditas a la espalda, en donde uno encuentra lápices de colores, trozos de papel, dibujos tachados y muchos globos. Espera a que papá y mamá le den la orden para partir; se termina cancelando.
¿Podrá existir momento más oportuno para decir "se derrumbó su castillo de naipes"? Claro que no. Aunque para él es el drama del día. Y podría faltar al trabajo en la concesionaria ya sea porque la chocolatada estaba muy dulce, porque el viento sopló el castillo de arena que tanto tiempo le llevó, o porque papá y mamá tuvieron la "inútil idea" de visitar a su hermano al hospital y suspendieron el gran plan de su día: salir a pasear por el parque, de la mano, con su nueva mochila con rueditas.
Para muchos una llovizna; para algunos, un diluvio. Para muchos un juego; para algunos, una competencia de vida o muerte. Para muchos, un simple globo explotado; para algunos, el drama ha comenzado.
Cuerpos curtidos viven en burbujas de detergente. Cúmulo de años en una bicicleta con rueditas de apoyo. El llanto de las existencias de años vacíos no cesará cuando explote el globo.
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