La Película

La Película


 El día estaba frío, pero Gaspar parecía no sentirlo mientras esperaba. Estaba nervioso y por eso fumaba un cigarrillo, para tratar de tranquilizarse. Sabía que la niña todavía podía demorarse, pero estaba seguro que ella vendría. La consigna era esperar hasta las 19 horas y a partir de ese momento, abortar. Miró su reloj y las agujas le dijeron que todavía debía espera quince minutos.

Descubrió que en la vereda de enfrente, un vendedor ambulante vendía manzanas, tiró el cigarrillo y cruzó la calle adoquinada. Compró una manzana, la limpió en su campera y le dio un mordisco. Ahí vio a la niña. Como correspondía, venía con un pullover rojo y un pañuelo sobre la cabeza. El contacto entre ellos debía ser imperceptible. Caminó en sentido contrario al que traía la niña.

Cincuenta metros lo separaban de ella. Treinta metros. Veinte metros. A espaldas de la niña apareció un Sd.Kfz.251 (vehículo alemán, motorizado y con orugas) que venía en su misma dirección. Diez metros separaban a Gaspar de la niña. Él levantó la vista hacia ella que iba, o se hacía, la distraída. El vehículo cargado de nazis se aproximaba y había que abortar, pensó desesperado Gaspar que mantuvo la vista clavada en la cara de la niña. Cinco metros, “Mírame niña” gritó con el pensamiento. Tres metros. Dos metros. La niña levantó un poco la vista, lo suficiente para mirarlo a los ojos y él con un gesto casi imperceptible le hizo señas de un “no”.

Tanto Gaspar como la niña siguieron caminando y pasaron uno al lado del otro.

Dejó que el vehículo cargado de soldados alemanes, pasara delante de él. Hizo diez metros más y Gaspar se agachó para atarse los cordones. Miró con disimulo hacia atrás y alcanzó a ver que la niña doblaba hacia la derecha entrando en una calle más angosta. Era la consigna, si la entrega fallaba en un primer intento, habría una segunda oportunidad. Ella debía seguir hasta la panadería de la otra cuadra, comprarse un poco de pan y al salir, tirar al piso el envoltorio con el pequeño rollo de película escondido adentro.

Esta película era importante, tenía imágenes sobre las condiciones en que subsistía la población polaca dentro de los muros del gueto de Varsovia. Esas fotografías habían sido obtenidas con una cámara fotográfica rudimentaria por un fotógrafo polaco confinado dentro del gueto. Una red de personas, por fuera del gueto, habían sacado el rollo todavía sin revelar, y se habían encargado que llegara hasta ahí. Ahora, la misión de Gaspar, era conseguir el negativo y hacérselo llegar a través de un contacto, a los aliados.

Gaspar caminaba con paso rápido en dirección a la panadería. Debía estar ahí cuando la niña saliera comiendo su pan. Si ella no lo veía, seguiría su camino y tiraría la película en el río Vístula. No podían correr más riesgos.

Gaspar llegó a la esquina y giró justo cuando la niña salía de la tienda. Ella, como al descuido, lo miró. Él supo que ella lo había registrado, pero también había registrado al grupo de soldados alemanes que se interponían entre ellos. Gaspar ya había entrado en la calle, por lo que siguió caminando con naturalidad y se detuvo cuando dos alemanes le pedían los documentos.

Mirando por detrás de los soldados, vio como la niña dudaba sobre qué hacer. Él pensaba: “Vete niña, hoy no es nuestro día”. A lo lejos, la niña enfiló hacia el río.

El grito del soldado que tenía enfrente lo trajo a la realidad: “¡Zurück, zurück!” (¡Atrás, atrás!). No lo dejaban pasar y no era oportuno preguntar por qué no.

Volvió resignado sobre sus pasos. Esta vez, se había perdido la película.

Sorpresivamente, vio a la niña pasar dando saltitos a unos cinco metros de él.

“¿Qué haces, niña?” -pensó Gaspar- “Ya está, la misión fracasó. Vete a casa”.

Avanzó tres metros delante de él y la niña tropezó cayendo al piso, golpeándose las rodillas. Gaspar dudó un instante sin saber qué hacer. Ella se reincorporó dolorida y por fin Gaspar corrió hacia ella y la ayudó a ponerse de pie. De reojo Gaspar controló a los alemanes, sólo estaban mirando, pero ninguno se acercó.

Mientras levantaba a la niña, sintió que su manita dejaba caer algo en el bolsillo de su saco: ¡la película!

La niña se sacudió la ropa y le habló en polaco: -“Dziękuję Ci” (Gracias).

Gaspar la miró con admiración y le habló también en polaco: -“Dziewczyno, jak masz na imię?” (Niña, ¿Cómo te llamas?)

La niña le respondió: -“Alka”. Y se alejó de ahí, nuevamente a los saltitos.

 

Alka. Es el diminutivo de Alicja (Alicia) y significa "inteligente".



                                                                                                                            Autor: Mario Herrera

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