El dolor de un caso cerrado





 Amanece en estos pagos. No sé por qué me levanté, no tengo idea de la causa que me hizo despertar pero algo debió hacerlo. Giro la cabeza, no encuentro nada que me llame la atención, solo el enorme dolor de mi cuello. Sin duda dormí mal. Sin hacer mucho esfuerzo veo que mi celular está apagado, y seguramente sea por falta de batería. Intento pararme, y como casi todos los días, pierdo el equilibrio por la somnolencia residual. No me importa. Me obstino en caminar sin sostenerme de la pared de mi cuarto. ¿Por qué está tan apagado todo? Se me nublan los ojos. Los cierro. Me estabilizo a ciegas y me dirijo hacia la ventana. Estoy en condiciones de afirmar que el silencio me abruma. Este silencio es molesto. Siempre escucho claramente la bordeadora del vecino, o los gritos de sus pequeños jugando en el inmenso patio, o los bulliciosos parlantes que al son de la cumbia tiemblan y despiertan hasta el más dormilón a las nueve de la mañana, pero este no es el caso de ningún ejemplo dado, ni ningún otro. Además, no hay nadie en casa, y esta todo cerrado. Acá se respira silencio, un puro y sospechoso silencio. En cuanto abro los ojos y corro la cortina bordó de la ventana, un paisaje amplio y apabullante se apodera del cielo entero. Noto nubes grises, pintadas por un niño de cinco años la verdad, gotas que recorren los bordes del marco y la diminuta ventana, y caen, imperceptibles al desatento, sin emitir ni un sonido que se pueda contemplar, por lo menos, como una llovizna que se hace notar en la mañana. Entonces mi pregunta es: ¿Qué fue lo que me hizo despertar? ¿O tuve uno sueño en el que un despertador sonaba en horas de la mañana? No me gusta dejar interrogantes de este calibre. Pienso y no se me ocurre nada, mientras miro el cielo que no se ve. Fijo la mirada en cierto sector de él, esperando encontrar algo. Ni yo sé qué busco, solo que es tan abundante el paisaje, tan “monótono”, demasiado quieto, que algo diferente tiene que ocurrir. Bajo la mirada. Me distraigo unos segundos con el perro del vecino, tomando agua acumulada de un pozo, y retumba abruptamente un sonido estridente desde el cielo gris. Fue tan potente que me desestabilizo y caigo sobre las zapatillas, al lado de la cama. Me doblo el cuello. Ahora me duele el doble. Lo que sí me quedo claro es lo que me despertó hace unos minutos. Entre un dolor muscular y un alivio mental me repongo a tremenda caída. Bueno, al fin de cuentas, prefiero estar bien del bocho y diezmado físicamente. Total, hoy mucho no me voy a mover…

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